- A las siete en el viejo roble del parque. Llevaré una flor en la solapa.
Su voz sonaba tan dulce al teléfono que lo imaginó casi como a un galán del cine italiano, vestido con traje negro, pelo azabache bien engominado, zapatos brillantes, aire sereno y discreto, y con una pequeña rosa en el ojal.
Dieron las siete y no aparecía. Sólo unos niños se divertían viendo un espectáculo callejero. Las siete y media. Nada.
“Se está retrasando...”
Los animadores callejeros ya recogían sus bártulos. A uno de ellos algo lo entretenía. Los compañeros que lo apremiaban. Él que se negaba. Miraba y miraba su reloj de payaso, pero era de plástico.
“Las ocho, me largo”
Al día siguiente la chica volvió al mismo parque y vio una nota en el viejo roble, junto a una flor de payaso: “Te estuve esperando”.
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