domingo, noviembre 05, 2006

Pangrama

Washington estaba sentado en su sillón, bebiendo whisky con fervor, y qué extraño acertijo leían a media luz sus empañados ojos.

A su lado los niños formaban jaleo con un balón que habían comprado en el kiosco de Wenceslao, y al momento les exigió que volvieran al zaguán.

- Esta exudación no se debe a mi whisky… ¡Niños, Aurelio, Eulogia, Gualterio! ¡Qué teutónica educación! Mosdisquear así esa preciosura de orquídea y dejarla cual reumático y quebradizo patituerto. ¡Qué bufonería escorbútica! ¡Qué sublevación!

- Abuelito, beber whisky por la mañana afloja vergonzosamente al que se excede…

Y con esta conseguida argumentación, Washington dio por zanjada la conversación, pues el niño consiguió que su abuelito, con gran exultación, descubriera que no era el whisky el culpable de su extrañeza ante aquel rompecabezas, sino su centrifugación.

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